martes, 15 de abril de 2008

Más viajes, algo de experiencia y muchos amigos

A medida que se van sucediendo los viajes a la montaña vamos conociendo la importancia de dos dimensiones centrales de esta actividad: la experiencia y la amistad.
La experiencia acumulada nos permitirá emprender aventuras cada vez más interesantes, complejas y, por qué no, arriesgadas. Al mismo tiempo agregará márgenes de seguridad a lo que hacemos. En cada aventura conocemos nuevos caminos, secretos y técnicas que nos permiten superar las complicaciones obvias que se pueden presentar cuando estamos, por ejemplo, en medio de la cordillera y las fuerzas naturales nos hacen percibir claramente su omnipresencia. Es la misma experiencia que nos permitirá también resolver problemas técnicos menos complejos, del estilo "el calentador no prende", "me estoy congelando en esta bolsa", "este nudo se desata", o "se me descoció toda la mochila" y, por que no, el clásico "y ahora qué comemos???".

Si bien la experiencia es un capital importantísimo en esta actividad, la amistad se transforma en el más importante de todos. El primer viaje generalmente lo hacemos con los amigos de siempre, y a medida que nuestra vida avanza vamos incorporando a los viajes las nuevas amistades. También haremos nuevos amigos en cada aventura y, sin lugar a dudas, aprenderemos de sus experiencias, las que se sumarán a nuestra. Y en algunas oportunidades, esos amigos hechos en el camino, se trasnforman en grandes amigos, de esos de toda la vida.

Luego de varios viajes nos empezamos a cruzar con viejos amigos en la montaña. Es una experiencia bastante intensa porque uno viene concentrado subiendo por una picada, y en medio de la nada alguien grita tu nombre. Te sorprende (y luego te emociona) ver donde menos lo esperás a ese amigo con quien compartiste extensas jornadas de caminata e interminables charlas en los refugios, parado frente vos con cara de superado, como si andar subido en las rocas fuera fácil, mientras vos venís arrastrando tu humanidad por toda la montaña. Esos momentos son estupendos, porque suelen juntarse los grupos y se pasan algunos días de excelente camaradería. También sirve para ponerse al tanto de lo que sucede en la montaña, pues los amigos cruzan datos sobre el estado de los pasos, si hay hielo, si la cosa está fácil o realmente conviene utilizar caminos alternativos al planificado.

Tanto la experiencia como la amistad son factores clave de la vida en la montaña. Si vamos sumando experiencia (y la utilizamos correctamente) es probable que no tengamos mayores complicaciones en nuestras aventuras. Y si vamos con amigos, ellos serán los únicos que realmente arriesgarán su vida para ayudarnos cuando la experiencia no nos alcance para superar un mal paso.

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