Nos encontramos preparando algo desconocido hasta el momento: las vacaciones familiares.
Claro, cuando llevamos por primera vez a nuestros hijos a la montaña nos damos cuenta el motivo por el cual tanta gente peregrina año tras año a Mar del Plata. Sólo intenten armar una mochila más o menos operativa con pañales para 15 días y sabrán de lo que les hablo.
En ese momento, la frustración hace mella en el amante de la montaña y aparece con más fuerza que nunca la frase que jamás quisimos escuchar: "ya no es lo mismo". Y si están esperando que les diga lo contrario, ni lo sueñen. Efectivamente, no es lo mismo.
El médico de mi hija me dijo que a partir del año de edad, que es cuando tienen todas las vacunas, Agustina estaba lista para todo lo que deparaba la vida outdoor. Así que sin pensarlo más (y gracias a la buena onda de los abuelos) partimos rumbo al lago Aluminé, para hacer la primer parada en Villa Pehuenia y subir algo tranqui, como lo es el volcán Batea Mahuida y, por supuesto, recorrer la zona.
Y si la cosa va bien, el invierno es genial también, porque la nieve es increíble para los chicos. Solo vasta hacer la prueba.
Cada vez que íbamos al cerro Catedral, Agustina con dos años de edad intentaba hacer desde un muñeco de nieve hasta esquiar. Y cuando tratábamos de irnos, bueno, imaginen la locura!!
Cuando vemos a nuestros hijos disfrutando tanto de algo que nosotros amamos, la alegría es muy grande, nos emocionamos, y confirmamos eso que sospechábamos antes de su aparición y que Serrat dice en una canción: "a menudo los hijos se nos parecen, así nos dan la primera satisfacción".
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